Qué Mundo Tan Maravilloso Luis Cruz Azaceta


Luis Cruz Azaceta, “I Can’t Breathe,” 2020, Acrílico sobre lienzo, 72 x 96 pulgadas, Colección del artista, Cortesía del Ogden Museum of Southern Art


12 DE FEBRERO - 24 DE JULIO DE 2022

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Durante más de cincuenta años, Luis Cruz Azaceta ha creado arte, no únicamente por el arte mismo, sino para enfrentar los problemas más apremiantes de su tiempo. Moviéndose hábilmente entre el expresionismo figurativo y la abstracción narrativa, Azaceta transmite a través de sus pinturas y esculturas su propio miedo y ansiedad sobre la situación del mundo. Al llamar la atención sobre temas críticos actuales (violencia, guerra, racismo, colapso ambiental, desastres naturales, tiranía, opresión, pandemia) Azaceta enfrenta duras realidades con imágenes atrevidas en su trabajo, expresando con su propio estilo la compasión y autoconciencia. Él ve su trabajo como su voz, y también como un arma contra el cambio.

Nacido en La Habana en 1942, Azaceta experimentó la violencia y el caos que llevaron a la Revolución Cubana en 1959. Cuando las ejecuciones comenzaron después de la Revolución, el emigró de su hogar a los Estados Unidos en 1960 a la edad de 18 años. En Nueva York comenzó a utilizar la pintura y el dibujo como una forma de expresión, encontrando su voz e identidad a través del arte. Después de graduarse de la Escuela de Artes Visuales de la ciudad de Nueva York, comenzó su carrera profesional en 1975 con su primera exposición individual en la galería Allan Frumpkin en Midtown, Nueva York.

Sus primeras obras fueron expresionistas y figurativas. Transmitiendo el aislamiento inherente de las experiencias de los inmigrantes y los problemas críticos de la época a los que se enfrentaron, especialmente la violencia urbana y la pandemia del SIDA. Sus pinturas figurativas capturaron el espíritu de la ciudad de Nueva York en la década de 1970, valientemente involucró la narrativa contemporánea a través de imágenes cómicas como cruelmente emocionales.

Azaceta se mudó a Nueva Orleans en 1992. En los años que siguieron, su trabajo se movió gradualmente hacia la abstracción. Formalmente, comenzó a explorar profundamente las tensiones visuales de su trabajo, luchando contra la discordia para encontrar la armonía a través del color, la línea y el material. Sus obras continuaron enfrentando duras realidades y explorando la condición humana. Sin embargo, su estilo y procesos estaban (y están) en constante evolución, resistiendo la repetición manierista y previsibilidad, y permitiendo su propio descubrimiento a través de la pintura. El título de la exposición se tomó de su pintura del mismo nombre de 1992. La primera obra importante realizada en su hogar adoptivo, esta pintura alude a la canción del jazz que se hizo famosa por Louis Armstrong, destaca los lazos del artista con la ciudad de Nueva Orleans y significa (en el contexto de esta exposición) el esfuerzo de Azaceta por mejorar el mundo a través de su práctica artística.

Luis Cruz Azaceta: Que Mundo Tan Maravilloso reúne obras de cinco décadas para mostrar a un artista que se ha esforzado constantemente a sí mismo y a su práctica hacia un territorio nuevo, tanto formal como conceptualmente. Ilustra la examinación implacable de un hombre sobre la condición humana a través del dibujo, la pintura y la escultura. Revela a un artista que cree que es su deber trabajar por el mejoramiento de la humanidad. Es esa creencia en el poder de la belleza sobre la tiranía, de la verdad sobre el miedo y en el potencial del arte para alterar los cambios; es esto es lo que impulsa la práctica de Azaceta. Esta oportuna exposición ofrece un pequeño vistazo del alcance de ese valioso esfuerzo.

Bradley Sumrall
Curador de la Colección
Museo Odgen de Arte sureño


“Pinto lo que veo a mi alrededor y miro con ojo acusador lo que el hombre ha creado… Sólo soy un filtro, una voz multicolor… Pinto para matar la muerte y para matar la crueldad, la injusticia, la ignorancia y la hipocresía”. – Luis Cruz Azaceta


SUS PRIMEROS AÑOS: DE LA HABANA A NUEVA YORK

Luis Cruz Azaceta nació el Domingo de Pascua de 1942 en La Habana, Cuba.  Hijo de un mecánico de aviones de la Fuerza Aérea Cubana y de una Ama de Casa, su infancia fue normal, juegos de beisbol en las calles y pelea de papalotes en el aire. Con una pasión temprana por el dibujo, a menudo representaba personajes de Disney como Mickey Mouse y el Pato Donald. Su abuelo era carpintero y ebanista originario de España, y todos sus tíos eran carpinteros. Luis creció haciendo cosas en el taller de Azaceta, a pocos metros del famoso Buena Vista Social Club. Sus primeros años de vida en Cuba estuvieron saturados de creatividad.

En 1957, su vida cambió cuando se detono la Revolución Cubana. Azaceta fue testigo de la violencia que regularmente pasaba en su ciudad natal, las calles se convirtieron en el escenario de tiroteos y bombardeos, mientras la policía secreta de Batista secuestraba y torturaba a ciudadanos cubanos. Azaceta se graduó de la escuela secundaria en 1959, justo cuando la Revolución Cubana llegó a su fin. Cuando Fidel Castro llegó al poder, comenzaron las ejecuciones y los negocios fueron clausurados e incautados. Estos años fueron críticos en la vida de Azaceta, Él fue testigo de los horrores de la guerra y la dictadura, cambiando su visión del mundo por el resto de su vida. Fue el 19 de noviembre de 1960 cuando sus padres decidieron enviarlo a vivir con su familia en Hoboken, Nueva Jersey. Azaceta llegó a Nueva York en un vuelo directo desde La Habana. Tenía 18 años.

En la ciudad de Nueva York, Azaceta quedo inmediatamente abrumado por la energía del lugar. Su primer trabajo fue en una fábrica de trofeos de Brooklyn, sus viajes diarios en el subterráneo lo expusieron al caos de la vida en una metrópolis monumental. Comenzó a tomar clases nocturnas de inglés e historia estadounidense, en su tiempo libre exploraba la infinita diversidad y creatividad de la ciudad de Nueva York. Vio a Bob Dylan tocando en Washington Square Park. Compró su primer auto. Despedido de su trabajo por afiliarse a un sindicato, Azaceta compró sus primeros suministros de arte en 1963. Comenzó a dibujar personas en los subterráneos y en los parques, utilizando el arte como una forma de dar sentido a su mundo. Su siguiente trabajo fue en una fábrica de botones de Manhattan. Estaba al borde del sueño americano, pero siempre consciente de que estaba en el exilio.

Azaceta se inscribió en sus primeras clases de arte en el Centro de Adultos Queens en Astoria, en el año de 1966. Después de construir un portafolio a través de clases de dibujo de figuras, fue aceptado en la Escuela de Artes Visuales de Manhattan. Dejando su trabajo en la fábrica para asistir a la escuela a tiempo completo, estudió con artistas como Leon Golub, Robert Mangold, Dory Ashton y Frank Roth, y trabajó por las noches en la biblioteca de la Universidad de Nueva York. En 1967, se convirtió en ciudadano naturalizado de los Estados Unidos, y en 1969 se graduó de la Escuela de Artes Visuales.

Mientras estaba en la escuela, Azaceta estaba trabajando en el estilo dominante de la época, la abstracción geométrica. Después de graduarse, un transcendental viaje a Europa lo llevó al Museo del Prado de Madrid, donde estuvo frente a las pinturas de Francisco Goya. Al igual que Azaceta, Goya había sido testigo de la violencia y extremismo, 150 años antes, durante la Guerra Napoleónica y los disturbios políticos que siguieron. Sus pinturas políticas profundamente narrativas resonaron con Azaceta (especialmente las Pinturas Negras), haciendo que el joven artista se cuestionara exactamente lo que el necesitaba decir a través de su propio trabajo. Aunque inspirado por el pintor mexicano José Clemente Orozco y los expresionistas alemanes Max Beckman y Otto Dix, así como pintores europeos como James Ensor, Francis Bacon y Pablo Picasso, quizás sea Goya quien tuvo el efecto más significativo en la trayectoria de la práctica de Azaceta. La revelación de la obra de Goya centró la práctica de Azaceta en la condición humana, la actualidad, la narrativa personal y la figura.   

Al regresar a la ciudad de Nueva York, Azaceta renunció a su trabajo, dedicándose por completo a su práctica. Su trabajo se volvió figurativo y narrativo, abordando los problemas críticos que enfrenta la humanidad y representando sus propios sentimientos de distorsión y aislamiento como inmigrante en la jungla urbana. En 1975, Luis Cruz Azaceta abrió su primera exposición individual de pinturas de la serie Subway en la Galería Allan Frumkin en la calle 57 de Manhattan. Exhibiendo colores audaces y expresivos, las pinturas narrativas que siguieron abordaron temas de racismo, violencia urbana, la epidemia del SIDA, la tiranía, la opresión y la experiencia de los inmigrantes. A menudo usaba el humor negro para enfatizar las tensiones conceptuales y formales de sus composiciones. El uso del autorretrato en su práctica temprana funcionó no solo para relatar su propia experiencia, sino para expresar una solidaridad y empatía que se convertiría en un tema a lo largo de su carrera. Su trabajo fue duro, crítico, tenso; fue etiquetado como “aberrante” por muchos. Este trabajo temprano precedió el movimiento neoexpresionista que estallaría en Nueva York en la década de 1980. Un peldaño particularmente importante en su carrera ocurrió en 1984, cuando el Museo Metropolitano de Arte adquirió La Danza de América Latina para su colección permanente. Estas primeras obras representan el comienzo de una práctica prolífica e influyente que lo llevaría a ser incluido en las principales colecciones de museos en los Estados Unidos y más allá. 


DE NUEVA YORK A NUEVA ORLEANS

Luis Cruz Azaceta visitó Luisiana por primera vez en 1982 por invitación de Robert Warrens un artista visitante en la Universidad Estatal de Luisiana (Warrens también exhibió sus pinturas en la Galería Allan Frumkin en New York). En LSU (Por sus siglas en inglés), Azaceta conoció a la artista y estudiante graduada, Sharon Jacques, nativa de Nueva Orleans, la conexión entre los dos fue inmediata. Se casaron más tarde ese año y regresaron juntos a Nueva York. Después de casi una década juntos y tras el nacimiento del segundo hijo de Luis, la pareja decidió dejar Nueva York para una vida más simple en la ciudad natal de Jacques, Nueva Orleans. Azaceta se mudó a Uptown Nueva Orleans en 1992 con su esposa e hijos, donde continúa viviendo y trabajando hoy en día.

Luis comenzó a explorar Nueva Orleans con una cámara, sintiendo que era la mejor forma de entender a plenitud su nuevo hogar. Las semejanzas entre su tierra natal, Cuba, y Nueva Orleans, como la comida, la música y la arquitectura, fueron inmediatamente evidentes. Pero Azaceta se sintió más atraído por la belleza y el deterioro que impregnaban los barrios angustiados más allá de la mirada del turista. Estaba fascinado por las impactantes yuxtaposiciones de objetos: arquitectura en ruinas, basura y metales retorcidos, electrodomésticos abandonados y autos averiados. Fue en estos lugares donde Azaceta encontró una alegoría visual de la calidad temporal de la vida humana dentro de la decadencia urbana.

En 1994, Azaceta compró una bodega de bloques de hormigón en la calle Tchoupitoulas, al que llamó “el búnker”. Con tanto espacio, Azaceta comenzó a trabajar en lienzos muy grandes. Su gama de colores cambió, tomando los tonos sombríos de su nuevo entorno, creando obras que eran menos inminentemente confrontativas que los colores estremecedores de su trabajo anterior, pero no menos desafiantes en el tema o la composición. Comenzó a hacer esculturas de los despojos de las ruinas. Las fronteras entre el trabajo bidimensional y tridimensional se desvanecieron. Las fotografías se adjuntaron a lienzos, luego tablas, clavos, chatarra de acero y objetos encontrados. La primera década de la práctica de Azaceta en Nueva Orleans está definida por una paleta menos saturada, una expansión de escala y una exploración material visceral y atrevido.

En 2005, Azaceta aceptó una invitación para ser el titular de la Cátedra Lamar Dodd en la Universidad de Georgia en Atenas, Georgia. Poco después, el huracán Katrina y el fracaso del Sistema Federal de Diques devastaron Nueva Orleans. Al ver la destrucción en la televisión, temiendo por la seguridad de su hogar, oficina, familia y amigos, – Azaceta sintió profundamente las similitudes entre el trauma de Katrina y el trauma de su exilio de Cuba 45 años atrás. Su esposa y su hijo menor se unieron a él en Atenas después del desastre, y comenzó a viajar de regreso a Nueva Orleans regularmente, fotografiando la destrucción y recolectando escombros que incorporó a nuevos trabajos. El aura en sus dibujos de esta época y la ferocidad desconcertante de sus integraciones materiales se combinaron para formar una de las series más poderosas de su carrera.


EL PASO A LA ABSTRACCIÓN

A medida que Azaceta se identificó más con Nueva Orleans (su cultura, ritmo de vida, espíritu de improvisación y sentido del lugar), la abstracción lentamente se convirtió en la fuerza más dominante dentro de su práctica. No hay un momento reconocible en el que la abstracción supere a la figuración en la obra de Azaceta, es más bien una presencia que se extiende lentamente.  Su experiencia posee una creciente libertad de imagen, pero aun así incorporan un lenguaje personal de símbolos pictóricos: la bombilla, el ojo, el cuerpo, la línea direccional, el agujero de bala.  Los juguetes infantiles sobresalen súbitamente en las superficies de las pinturas y en las construcciones, creando una expansión en la narrativa y mayor tensión a través del diálogo material. 

Para un artista que siempre ha empujado su obra a un nuevo territorio, resistiendo la repetición manierista a través de un proceso sutil de descubrimientos a través de la pintura, este tercer acto no es más que una progresión natural. “En el trabajo abstracto, encuentro el lugar para explorar formas, espacios, colores, texturas y fragmentaciones,” él explica. ” No veo ninguna diferencia entre lo figurativo y lo abstracto. Utilizo la abstracción como vehículo sociopolítico, como lo he hecho con la figuratividad”. Sin dejar de abordar temas críticos y eventos actuales, muchos de los trabajos recientes representan una transformación casi completa en un lenguaje nuevo de abstracción. Formalmente, son el resultado logrado de un artista con una mano segura, experimentada y con el dominio de un vocabulario único de líneas, formas e interacción de colores. En general, el poder magistral de su trabajo proviene tanto de su gratificación sensorial como de los potentes mensajes transmitidos. Tal vez los mensajes, ellos mismos, se vuelven más fuertes a través de una revelación lenta al espectador, emergiendo como un descubrimiento rítmico de las composiciones.

Luis Cruz Azaceta encarna plenamente la idea de “artista como activista”. Su arte es un grito continuo por el cambio, una voz visual para los que no tienen voz. Incluso en sus abstracciones recientes más elegantes, Azaceta continúa proponiendo preguntas complejas, desafiando al espectador a trabajar por la creación de un mundo mejor. Dentro de una práctica de estudio que está en movimiento continuo, reinventándose constantemente y rompiendo ideas preconcebidas, Luis Cruz Azaceta se ha mantenido fiel a su mensaje humanista y firme en su creencia de que el arte puede cambiar el mundo. 


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